Amar es aflorar y sensibilizar nuestros sentimientos de cariño, ternura, pasión, simpatía, amistad. En realidad, el amor tiene muchas caras visibles e invisibles. Amamos a la pareja, hijos, padres, hermanos, familia, amigos. Amamos la vida, la salud, la naturaleza, la profesión, el trabajo, la música, el arte, dependiendo de nuestros gustos e inclinaciones. A todos les damos nuestro espacio e intensidad y, desde luego, son amores diferentes.
Nos enfocaremos en la parte humana, aquel amor que “mueve montañas”, que es todo ternura, devoción, que nos permite cumplir con los retos más insospechados, alcanzar metas. Aquel que nos hace felices y enriquece espiritualmente, aquel cuyos tropiezos y dificultades son peldaños para luchar, aquel cuyo cansancio nos hace más fuertes y realizados.
Saber amar es todo un arte. Dar amor es llevar luz. Requiere de perseverancia, fe, humildad, paciencia, tolerancia, justicia, inteligencia, responsabilidad, compromiso, comunicación, entusiasmo, confianza, seguridad y renuncia, cuando la situación lo amerite. Realmente extenso enumerar todo lo necesario para que un amor sea perfecto y más aún, practicarlo. difícil pero no imposible de descubrirlo.
Evidentemente, es importante que apliquemos todos los atributos posibles para amarnos primero a nosotros mismos. Difícilmente podremos dar o compartir lo que no somos y tenemos. Si todo lo hacemos con amor y por amor sin esperar nada a cambio, podremos sentirnos realizados.
El mundo en que vivimos puede ser caótico, pero también hermoso. Se usa al amor de forma trivial, frívola, resulta un juego de mala fortuna en el que todos pierden, denigrando su verdadero y profundo sentido ético y moral. De nosotros depende mejorarlo, cambiarlo, reivindicarlo, darle el verdadero sabor de ternura y pasión.
Al igual que el bambú, “si lo cultivamos y cuidamos al amor, estaremos echando raíces para crecer fuertes y llegar muy alto”, todo lo que sembremos, cosecharemos tarde o temprano.
Como voluntarios, entregar amor es nuestra fortaleza. No nos cuesta nada y podemos derrocharlo. Brillemos con luz propia al dar un abrazo, una sonrisa, una caricia, saber escuchar, ponernos en los zapatos del otro, eso es SER KIWANIS.
Invocacióm de Betty Valarezo
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