Quizá podríamos hablar de
la constancia del cambio. Lo que hoy es novedad, no lo es mañana. El mundo
evoluciona minuto a minuto. La juventud y niñez viven en una época tan
cambiante que no les da tiempo a “digerir” lo que aprenden y lo que ven. Pienso que es la razón por la que la vida
actual es tan diferente en caracteres, en ambiciones de metas, profesiones, en
ser y parecer. Las enfermedades psicológicas, el stress, diversos tipos de cáncer
y otras nuevas y graves enfermedades van de la mano con todo esta evolución
tenaz y desenfrenada.
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Durante la historia de la
humanidad, la niñez y juventud aprendió de los mayores la lengua, cultura,
conducta, costumbres, técnicas, profesión, etc. Actualmente, debemos aprender
de ellos, pedirles que con paciencia nos enseñen la tecnología y, francamente,
nuestras habilidades están lejos de su realidad. Es difícil entender su mundo,
su dialecto.
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Lo que se demoró siglos en
dilucidar, de pronto se entiende con rapidez y claridad, por tanto, es
necesario concientizar que todas las nuevas técnicas y progreso humano se basan
en estudios de las grandes figuras del pensamiento, que toda su vida la dedicaron
a la investigación, al descubrimiento de
ciencias, energía, medicina, artes, deportes, maquinarias, aviación, música, técnicas………
debieron ser constantes, pacientes, perseverantes en sus ideales. Nuestra admiración
y respeto para ellos.
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Actualmente se sabe que
para llegar a triunfar hay que dedicar muchas horas de desvelo, entrenamiento,
riesgos, gastos infructuosos y algunas veces, sólo para salir de la mediocridad
porque la competencia creada es fuerte, basada especialmente en el materialismo,
en el consumismo, en enfrentar riesgos muchas veces hasta con la vida.
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La constancia como valor
humano requiere de esfuerzo interior, un enriquecimiento profundo del ser,
satisfecho y en paz, que hace que la vida valga la pena; con humildad para ver
en los otros sus valores y no como una competencia, decisión para ir paso a
paso poniendo los cimientos de lo que queremos ser como personas de bien, como
ciudadanos, como simples seres humanos, brillar por nuestros propios medios y
valía sin desmerecer ni pisotear a nadie. La constancia es la virtud que nos
conduce a llevar a cabo lo necesario para alcanzar metas, requiere de
sacrificio, sensibilidad, responsabilidad, riesgo, sin llegar a querer cruzar
por una cuerda floja que nos desestabilice. Para ello se requiere de una alta
autoestima y compromiso.
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Qué diferente sería la
vida del ser humano si nos propusiéramos a ser constantes con nuestros
principios morales, religiosos, en el hogar, fidelidad en el amor, en nuestra profesión,
compromisos de pareja, como padres, como amigos, como Kiwanis. Nuestros ideales
y metas se verán cumplidos si no desmayamos en nuestros propósitos, conforme lo pongas en práctica, la constancia
se convertirá en un aliado incondicional y en una exigencia a la que le
daremos prioridad.
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