Quisiera comenzar el séptimo período del “Programa
de Valores” con el tema “INSPIRANDO VALORES” que nos dará consejos puntuales
sobre cómo manejar situaciones con los niños y personas a nuestro alrededor.
Quienes tuvimos la oportunidad de asistir al
taller sobre la Prevención de la Violencia ofrecido durante la XX Convención
del DEKI, pudimos sacar en conclusión que todo, absolutamente todo lo bueno,
está basado en el amor. Los problemas de abuso, violencia, incomprensión,
maltrato, mala comunicación se producen por falta de afecto, ternura,
principios espirituales y morales.
Si desde su concepción los niños son criados
con verdadero amor, estamos sembrando en ellos una alta autoestima y seguridad.
Al educarlos, debemos siempre reflexionar con ellos la razón para darles un NO
a algo que se empeñan en hacer o tener, así, automáticamente se está también
enseñando a decidir con criterio. Lo más importante es que los padres o tutores
practiquen estos sentimientos consigo mismos, con su pareja y con quienes están
a su alrededor.
Lo que produce verdaderos cambios en la vida
de una persona es el ejemplo, y si los padres mantienen una vida basada en
valores, son como el espejo donde mirarse. Con toda seguridad este niño desarrollará nobles sentimientos y cuando encuentre
algún inconveniente, estará consciente de que las situaciones por difíciles que
parezcan, pueden arreglarse con dignidad y altura.
La niñez es una etapa de gran vulnerabilidad
y los niños son fácilmente influenciables, por eso, es importante que los
padres demuestren autoridad desde el principio. El niño nace con su propio
carácter y si encuentra debilidad en sus progenitores, sus caprichos pronto serán
su fortaleza y los padres tendrán que ceder para evitar conflictos y
situaciones desagradables. Hay que ser cuidadosos al momento de cumplir las
exigencias y demandas de los pequeños porque los verdaderos traumas llegan no
por falta de cosas materiales sino por falta de seguridad y sobretodo del
tiempo que les dediquemos que debe de calidad, especialmente ahora en que padre
y madre deben trabajar y las criaturas quedan en manos de terceros a quienes
también hay que transmitirles nuestro modo de ser y de pensar, especialmente
con el ejemplo y buenas costumbres. El mayor valor que podemos dar a los hijos
es el tiempo.
La espiritualidad es un ingrediente básico
que debemos practicarlo a diario para que el niño crezca con esa sensibilidad de
tener un Ser Supremo y que nace con él
pero que hay que ayudar a desarrollarla. Esta importante tarea es
indelegable por parte de los padres, especialmente de la madre que es quien
procrea, amamanta, cría con ternura y amor y crea en el niño fe, confianza y un
espíritu sano.
Igualmente como nos preocupamos de
desarrollar sus músculos para que crezcan fuertes, su mente para que sean
inteligentes, sus aptitudes para que desarrollen sus habilidades, más
importante es preocuparnos de esta parte
espiritual que va de la mano con la parte intelectual y física.
Qué importante es preocuparnos de sus juegos,
la lectura, la letra de la música que escuchan a diario, los programas de
televisión y especialmente, la tecnología que, si bien los distrae, les limita
a desenvolverse normalmente y lo que es más grave, forma adicción y
dependencia. La tecnología está mutando la etapa hermosa de la infancia que es
apreciar las cosas simples de la vida, coarta la creatividad, el compañerismo,
la comunicación y se ven en un mundo materializado, exigente y muchas veces
inalcanzable. De allí la agresividad, el bullying, el acoso, el descontento, la
incomprensión que van dañando poco a poco su ser.
Está en nuestras manos ser y entregar amor.
No cuesta nada y es un valor que nada ni nadie podrá arrebatarnos y se multiplica
día a día con grandes beneficios. Depende de cada uno, ¿verdad?
Por Betty Valarezo. del Comité de Valores del Deki
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